Dos Caminos

                                                                                            Durante muchos siglos Roma fue la capital del mundo,

el centro neurálgico de todo cuanto sucedía en el planeta.

En la época de los césares Palestina, la tierra donde nació Jesús, era una provincia más conquistada por el potente Imperio.

El dominio que los romanos ejercían sobre Palestina supuso para los judíos contraer obligaciones pero también obtener ciertos beneficios.

Gracias a los excelentes ingenieros de que Roma disponía los romanos habían construido una extraordinaria red de vías y caminos de comunicación que conectaban todos con la capital romana. De ahí que naciera el manido dicho:  “Todos los caminos llevan a Roma.”

No cabe duda que toda aquella infraestructura vial suponía un gran avance para todos los contemporáneos de la época y demás generaciones venideras.  Unos siglos después, Jesús de Nazaret durante su ministerio, metafóricamente reveló la existencia de dos nuevos caminos, los verdaderamente importantes para la humanidad.  De esta forma Jesús quiso concienciar a los hombres de que lo fundamentalmente importante se encerraba concretamente en el terreno espiritual, en aquello que transciende más allá de nuestra limitada vida terrenal.

Jesús afirmó que solamente existían dos caminos, (S. Mateo 7:13-14) uno ancho y espacioso y otro estrecho y angosto, difícil de transitar. Evidentemente se estaba refiriendo a dos caminos que nuestra humana vista no alcanza a ver (sencillamente estaba utilizando un símil) se estaba refiriendo a dos maneras de vivir en este mundo,     en esta pasajera y corta vida.

Al mismo tiempo también nos ofreció el pleno derecho de elegir libremente uno de los dos, pero no sin antes advertir (como buen maestro) de las consecuencias que implicaban elegir uno u otro.

Ahora, con tranquilidad y calma, analicemos la cuestión:

Dos caminos pero solo una elección que conduce a un destino.  La Biblia  enseña que todo es cuestión de fe  (Hebreos 11)    “creer o no creer” esa es la cuestión, así de sencillo, pero para el ser humano creer en lo que no ve o no entiende, puede suponer todo un reto, una gran conquista que puede resultar ardua y difícil. 

Si no creo y resulta que todo es cierto, que todo es real y las promesas de Dios son verdaderas, cuando terminen mis días entonces habré malgastado mi tiempo y todo habrá sido en vano.     Si por el contrario decido creer y al final resulta que todo es mentira, que todo termina aquí y no hay un más allá

¿Qué habré perdido?  Nada. Al menos habré vivido una vida honesta, moralmente limpia, sana y seré recordado como alguien que vivió con integridad y compromiso, creo que ya solo con eso habrá merecido la pena ¿no?

Probablemente, Todos los caminos conduzcan a Roma pero, recuerda

que sólo existen dos caminos de vital importancia que conducirán nuestra alma hacia un destino eterno, esos caminos están ante nosotros, se llaman creer o no creer, pero solo podemos elegir uno.  ¿cuál elegiste tu?  O tal vez estás aún frente a ellos, bloqueado, confuso, duditativo, indeciso…   Por si esto te puede ayudar, Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida…” (S. Juan 14:6)  Tal vez esto te pueda servir como una señal indicativa, como una pequeña guía que te ayude a elegir el camino correcto.  Pero…  ¿Crees en Jesús?

Creer o no creer, he aquí la cuestión, he aquí los dos caminos.

Dos caminos, una decisión, un solo final… el que tú elijas.

Juan Ant. Gaitán Ortiz.

                                                                                                                                                                                                                                                          .